Antes de hacer otra referencia a la famosa frase de Shakespeare («¿Qué hay en un nombre?»), es primordial que te digamos que el nombre de producto no debe tomarse a la ligera, especialmente si deseas que sea exitoso, memorable, atractivo y, con el paso del tiempo, una referencia para tu competencia.
¿Te intrigamos? Continúa leyendo.
¿Por qué es tan importante el nombre de producto?
- El nombre de un producto puede ser el primer elemento que lo distinga de entre su competencia, lo que llame la atención del público que todavía no lo conoce.
- Si es parte de una empresa ya establecida, el nombre de un producto nuevo tiene que ir de la mano con la personalidad y el branding que la marca ya tiene, para que sea más fácil identificarlo y relacionarlo con su reputación.
- Si es innovador y tiene el suficiente éxito, ese nombre de producto puede convertirse en un término nuevo en el vocabulario de las personas para transformarse también en un verbo nuevo.
- El nombre del producto es lo que permite protegerlo como una marca registrada, para evitar apropiaciones indebidas o confusión entre los consumidores.
- Un buen nombre de producto también sirve para crear expectativas si tiene un elemento que haga referencia a un nicho específico (como una actividad o una herramienta determinada).
Pero, para llegar a un nombre que pueda cumplir algunas de estas ventajas, es importante seguir un proceso que lo permita. Puesto que se trata de una actividad en gran medida creativa, no podemos decir que existe una sola forma de llevarse a cabo; sin embargo, sí existen algunos consejos que te indicarán si vas por buen camino. Veámoslos:
Cómo elegir el nombre de un producto en 9 pasos
- Empieza de lo general a lo particular.
- Considera la utilidad, origen o las ventajas de un producto.
- Busca un nombre fácil de recordar.
- Dale preferencia a los nombres que se pronuncian fácilmente.
- Realiza un estudio de la competencia.
- Atrévete a jugar un poco.
- Apóyate en otras referencias.
- Comparte tus propuestas y escucha las opiniones.
- Cuida que sea susceptible de registrarse.
1. Empieza de lo general a lo particular
El nombre no va a llegar de la nada —al menos eso no sucede en la mayoría de los casos—, sino que tendrás que dedicar algunas horas, quizá varios días o incluso semanas, a formular diferentes propuestas. Y lo mejor es ir de lo general a lo particular, es decir, buscar conceptos relacionados con la utilidad o características del producto, el tipo de público al que lo diriges, etc.
Puedes anotar frases o palabras sueltas que te recuerden el producto. Poco a poco comenzarás a notar similitudes o campos semánticos, en los que puedes agrupar toda la información que tienes. De ahí podrás rescatar algo que quizá no hayas notado antes y que se puede convertir en tu primera idea para un nombre.
2. Considera la utilidad, origen o las ventajas del producto
Es otro buen punto de inicio, que te llevará a explorar palabras y sus significados para convertirlas en un nombre. Nos referimos a la lógica que existe detrás de los sustantivos compuestos en inglés, como «backpack», para designar una mochila (de las palabras «back» espalda y «pack» bolso); o en alemán «garten», para designar a un jardín de niños (de las palabras «kinder» niño y «garten» jardín). También existen ejemplos de esto en otros idiomas y, por supuesto, en español: «sacapuntas», «lavavajillas», «portafolios», «abrelatas».
3. Busca un nombre fácil de recordar
Aunque siempre hay excepciones, lo mejor es crear un nombre que esté en el idioma o la lengua donde tendrá más impacto, con pocas sílabas y que no contenga una combinación complicada entre consonantes y vocales.
4. Dale preferencia a los nombres que se pronuncian fácilmente
Incluso si se trata de una palabra inventada, el nombre del producto debería pronunciarse de manera sencilla, que sea legible desde la primera vez que las personas lo conocen. Por ejemplo, es mucho más fácil para los hispanohablantes pronunciar «Cosmopolitan» que «Vogue», aunque el segundo nombre sea más corto. La primera vez será difícil, y las personas necesitarán tiempo para acostumbrarse a la pronunciación correcta.
5. Realiza un estudio de la competencia
Puedes inspirarte en lo que otras marcas han hecho; quizá reconoces una oportunidad que otros no aprovecharon y que va muy bien con tu propuesta. Así también evitas llegar a un nombre que ya existe (sucede más de lo que te imaginas) para que lo descartes rápidamente, antes de que te enamores de él y sea más difícil plantear otro.
Haz búsquedas en internet, date una vuelta por el centro de la ciudad y pregúntale a tus conocidos cuáles son los nombres de sus productos favoritos.
6. Atrévete a jugar un poco
Inventa palabras, cámbiales el orden, une tres en una o en lugar de «c» usa una «k». Ejercicios de ese tipo ayudan a incentivar tu creatividad y a crear nombres totalmente originales, porque no siempre tienen que significar algo puntual. Podría ser el siguiente nuevo término que al final del año se agregará a la lista de palabras más usadas: no sería la primera vez.
7. Apóyate en otras referencias
Existen marcas y productos que rinden homenaje a personas reales, lugares del mundo, personajes de libros o películas, frases célebres. Todo lo que ya existe es el ingrediente para lo nuevo que está por venir, así que no tengas miedo de rescatar un juguete de la infancia, el nombre de tu mascota o un sitio que te sea significativo.
8. Comparte tus propuestas y escucha las opiniones
Una vez que tengas una lista de opciones, pídeles a otras personas que te digan lo que piensan. Escucha con atención lo que comenten, porque obtendrás puntos de vista que no se te habían ocurrido o incluso nuevas ideas. Además, cuando le das muchas vueltas a la misma idea, es normal que no percibas ciertos elementos negativos (¡o positivos!) que le hacen daño. Una mirada fresca (o dos) debe ser parte de todo proceso creativo.
9. Cuida que sea susceptible de registrarse
Este es el paso que, en muchas ocasiones, rompe corazones. La idea genial se puede venir abajo cuando descubres que ya hay un registro idéntico o muy parecido. Es importante que estés al tanto de los lineamientos de propiedad intelectual en tu país, para que no pierdas tiempo o recursos en un nombre que no podrás usar.
Queremos que veas unos ejemplos que te ayudarán a comprender mejor estos pasos que explicamos. Aquí hay 10 nombres de producto que ya son parte de la historia.
10 ejemplos de nombres de producto geniales
1. Walkman
Nos fuimos muy atrás en el tiempo, pero los más jóvenes tienen que saber que durante muchos años, este producto fue el reproductor portátil de música más cool de todo el mundo. Aunque el formato del casete de cinta magnética existía desde los años 60 del siglo pasado (era una invención de la marca Phillips) fue la empresa Sony quien proyectó cómo llevarlos a donde fuera, sin conectarse a la luz eléctrica. El Walkman (o, en español, «El caminante») estaba hecho para acompañar a sus usuarios, a donde quiera que fueran, gracias al uso de baterías alcalinas.
Nació en 1979 y con el tiempo fue tal su popularidad que se convirtió en una marca de Sony: los reproductores de disco compacto y MP3 utilizaban el nombre como distintivo.
2. Bic
Los bolígrafos de esta marca francesa son mundialmente conocidos: son económicos, cumplen con lo que prometen y, por alguna razón, muy pocas personas logran acabarse la tinta de una antes de que la pierdan misteriosamente. Llamado Bic Cristal, fue el primer producto con el que comenzaron su negocio, en Clichy (Francia) en 1945.
Hoy, muchas personas simplemente dicen «una Bic», y todos los demás ya sabemos a qué se refieren.
3. Jordan
La leyenda dice que Michael Jordan ni siquiera usaba Nike, que hubiera preferido hacer un trato con la empresa alemana Adidas. Sin embargo, Nike convenció al capitán de los Bulls en 1985 y juntos crearon las zapatillas deportivas más icónicas: las Jordan. Al inicio costaban 65 USD y solo había una combinación: blanco, rojo y negro. Hoy, existen diferentes versiones, colores, materiales, ediciones especiales y, sobre todo, precios en el mercado. Su nombre, es el apellido de uno de los atletas más famosos de la historia del baloncesto, lo cual es un ejemplo de que no siempre hay que inventar una palabra para crear un nombre icónico.
4. Frapuccino
La bebida favorita de los que aman el café (pero en el fondo no les gusta tanto) o los que disfrutan de una buena dosis de azúcar, es creación de The Coffee Connection, una cadena de cafeterías de Boston que luego fue comprada por Starbucks en 1994, quien también adquirió el derecho de registrar el producto a nombre de su empresa.
Ahora, un frapuccino no tiene que ser necesariamente lo que indica su nombre originalmente (hielo triturado y capuchino), sino que también puede llevar jarabe, chocolate, licor o galletas molidas.
5. Photoshop
El editor de fotografías por excelencia, y quizá uno de los productos más conocidos de Adobe, es también ya un verbo y un adjetivo «photoshopear, photoshopeado» que la gente utiliza para referirse a algo (o alguien) que luce desproporcionadamente exagerado o arreglado, como si hubiera pasado por un largo y pesado proceso de edición. Desde que se lanzó en 1990, este software se convirtió en uno de los más populares en el mundo del diseño gráfico y la fotografía.
6. Instagram
Esta red social fue tan buena idea que hasta Mark Zuckerberg tuvo que admitirlo y comprarla. Instagram es una de las aplicaciones que generaron más cambios, atrayendo a usuarios jóvenes (hasta que llegaron nuevas opciones, claro está). Durante un tiempo fue la plataforma con mayores innovaciones en cuanto tipo de contenido y formatos. Además, su nombre ayuda a comprender una de sus mayores ventajas: que es instantáneo.
Hoy sigue siendo relevante gracias a sus tiendas, compras directas, transmisiones en vivo y, especialmente, fotografías de desayunos deliciosos o paisajes imposibles: todo aquello que merece la etiqueta de «instagrameable».
7. iPhone
Este fue el producto que marcó tendencia. No solo desbancó a otros móviles, sino que popularizó el término de «teléfono inteligente» y fue la explosión total de una marca que muchos quisieron replicar: la singular «i» minúscula antes del nombre del producto. Fue una solución que, visto desde fuera, es súper sencilla, pero seguramente el proceso no lo fue tanto. Sin embargo, esta creación dio origen a una gama de productos portátiles y de escritorio (iOS, iMac, iPad, iBook, iPod) que la gente logró reconocer fácilmente.
Pero cuando el iPhone llegó al mercado, definitivamente cambió todo, desde la forma en que se presentan las novedades tecnológicas hasta la manera en que la gente interactúa con sus dispositivos.
8. Kleenex
En más de una ocasión te ha pasado: pides un «kleenex» y tu tío, el intelectual, te dice que ese es el nombre del producto, y que tú necesitas es un «pañuelo desechable». Este fenómeno es un indicador de éxito: una marca o producto se convierte en el nombre genérico de un objeto. Y aunque no tengas pañuelos de esa marca en casa, seguramente así los llamas de todas formas. Kimberly-Clark Company se anotó un gran punto en 1924 con este nombre, empezando por la idea de utilizar la palabra «clean» («limpio», en inglés), pero con letras más juguetonas «kleen».
9. Internet
¿Necesitamos decir algo más? El internet es ya un nombre tan genérico como la electricidad y tan necesario como el agua. En 1981 se creó el término, haciendo referencia a la interconectividad y el uso de redes («nets», en inglés) para compartir información. Esa unión de dos palabras, si bien inglesas, son reconocibles en cualquier lugar del mundo, sin importar la lengua que domine en ese punto.
10. Blog
Y ya que hablamos de internet, mencionamos el blog, uno de los productos que se convirtieron en herramientas de información, creados por personas al inicio, luego por marcas o empresas que deseaban agregar valor a sus audiencias. El nombre es otro ejemplo de que unir dos palabras es una buena opción: «web» y «log», para formar «weblog» (o bitácora web, en español) y derivar en «blog».
¿Qué opinas? Esperamos que esta lista te ayude para tus procesos de creación de nombre. Recuerda que no existen malas opciones cuando explotas tu creatividad, solo procura que tu idea sea original y nadie más la esté usando.